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Un Scudetto para homenajear a Maradona

Desde que Maradona se marchara de este mundo en noviembre de 2020, Nápoles es una ciudad huérfana, una urbe marchita que no supera la muerte de un ídolo que les hizo soñar con lo impensable, con elevar a su pobre pueblo a la cima del fútbol italiano. Aquel chico argentino y su arte inherente con el balón permitieron por primera vez a los hijos del Vesubio a mirar por encima del hombro a los clubes del norte, por los que siempre fueron repudiados e insultados en cada partido que los celestes jugaron por encima de la Toscana. Diego, al que se le atribuyen varios milagros en forma de Scudetti, está para los autóctonos a la altura de San Gennaro, el patrón de la ciudad. Y como ofrenda a su figura, el joven equipo de Spalletti, tras cinco victorias en los cinco primeros partidos de Serie A, ambiciona volver a levantar un título de Serie A en el otrora estadio de San Paolo, el templo que ahora lleva el nombre de su ángel caído: Diego Armando Maradona.

Pese a que han pasado más de treinta años desde la llegada del bonaerense a la vieja Neapolis, pocas cosas han cambiado en aquel insólito lugar. La ciudad sigue bajo el yugo de la Camorra y asiste impasible a sus continuas guerras y barbaries; sigue sucia, sin pasos de cebra, sin cascos sobre los motoristas y con bolsas de basura amontonadas por las esquinas (las huelgas, las perennes huelgas). Se paga el 'pizzo', se vende pescado a pie de calle, la gente habla a voces y los niños aún juegan al fútbol sin camiseta en sus centenarias calles de esta decadente, bella e ingobernable ciudad. Y a su equipo de fútbol (aquel que después de alcanzar la gloria en los noventa cayó en la ruina, económica y deportiva, y que regresó a la élite en la década pasada) aún es tratado con odio en los feudos cercanos a los Alpes. Aún se escuchan los «Vesubio, lávalos con fuego» y las continuas menciones al terremoto que asoló a la Campania en 1980 y a la epidemia de cólera sufrida en la ciudad en el siglo XIX.

El Nápoles representa al sur, al «terrone» y a la lucha de clases ante la burguesía lombarda o piamontina en un país fracturado históricamente entre norte y sur. En este contexto, tras 31 años sin levantar el Scudetto, tras aguantar el predominio del Milan y, posteriormente, el de la Juve, y tras rozar el título en la temporada 2017-18 bajo la batuta de Sarri, los partenopeos vuelven a soñar.

Con la llegada al club del recto Luciano Spalletti, la explosión de Victor Osimhen (cinco goles en la temporada), el asentamiento de Fabián y Politano, y el liderazgo del capitán Lorenzo Insigne, el mejor mediapunta del Italia, el Nápoles suma cinco victorias consecutivas en Serie A, incluido un triunfo sobre la Juventus, 14 goles a favor y solo dos en contra. Además, en contraposición a otras campañas, el equipo sureño parece rendir en la Europa League; sacó un meritorio empate cuando perdía 2-0 en Inglaterra ante uno de los favoritos de la competición, el Leicester.

De momento, todo son sonrisas en el pueblo que habita bajo el Vesubio. Ayer, en el Luigi Ferraris ante la Sampdoria, los de Spalletti presentaron su candidatura al Scudetto ganando 0-4 y sin dar ningún signo de debilidad. El verano nos acaba de abandonar y aún es pronto para hacer cábalas. Pero un rumor suena desde el sur de la bota: Nápoles entera se ilusiona.

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