No importa lo duro que parezca, Griezmann no se encuentra por ningún lado. Ni cortarse el pelo ni ponerse la camiseta del Atlético no le sirvió para recuperar su mejor nivel, el que alcanzó en su primera etapa como rojiblanco y que solo pudimos ver gota a gota en Barcelona. Son football était précisément l’argument avec lequel il a tenté de gagner cette partie des supporters qui n’a pas oublié son départ de l’Atlético il y a deux ans, et qui, jugeant ses derniers matchs, réaffirme encore plus dans les postulats contra él. En los cuatro partidos transcurridos desde su regreso, Griezmann ha seguido siendo este jugador descontento que no ha cumplido con las expectativas azulgranas. Este sábado, ante el Alavés (14:00 horas, Movistar + LaLiga), uno de los equipos defensivos más débiles del torneo, tendrá una oportunidad de oro para empezar como goleador y canalizar las sensaciones en torno a su fútbol.
No será por falta de confianza del cuerpo técnico. Si bien no suele ser así con Simeone, su debut como titular no se hizo esperar, siendo el partido en el primer encuentro que estuvo disponible para su entrenador. Rival Espanyol, al que se enfrentó tras marcar un doblete con su equipo. Dos goles que parecían un prólogo excepcional para su segunda etapa en el Atlético, decepcionantes hasta el momento. Ese día, Simeone reunió a varios de sus atacantes, dando como resultado un equipo que fue una sombra de sí mismo durante la primera parte. Antes del partido, con el Atlético a la zaga del marcador, Griezmann abandonó el terreno de juego. En media hora, primero Carrasco y luego Lemar habían sellado el ascenso.
Unos días después, sonó en el Metropolitano el himno de la Champions. Griezmann fue suplente ante el Porto, aunque acabó jugando durante media hora en la que, pese a su escasa participación, consiguió provocar la expulsión de un rival. Parecía un paso adelante, pero nada más lejos de la verdad.